¿Controlas o descontrolas tu escritura?
- Jimena Fer Libro
- 6 jun
- 12 Min. de lectura
Actualizado: hace 16 horas
Lo que puede estar complicando tu proceso creativo (sin que te des cuenta).
¿Te cuesta avanzar con tu historia aunque tengas claro lo que quieres contar? ¿Relees constantemente lo que escribiste, pero no consigues continuar? Puede que sientas que necesitas controlar tu escritura y sin darse cuenta, acabas complicando tu proceso creativo.
Vamos a acercarnos a ese impulso de controlar cada detalle narrativo para comprender cómo puede estar interfiriendo con tu capacidad de escribir con fluidez. ¿Cómo afecta al tono, la estructura, la emoción del lector? Acompaño estas reflexiones, con ejercicios narrativos prácticos y recomendaciones literarias de autores españoles actuales. Vamos a detectar si ese patrón está presente en tu forma de escribir y qué puedes hacer para que tu proceso de escritura sea mucho más fluido.
Índice
Cuando escribir se convierte en una forma de control. El origen silencioso de tu dificultad para avanzar
La escritura como refugio: cuando todo debe estar bajo control. ¿Qué hay detrás de tu necesidad de perfección narrativa?
¿Por qué no avanzas? Señales de que el control está complicando tu escritura
Escribir para gustar: el riesgo de desaparecer de tu texto. Cómo evitar convertirte en una voz sin identidad
Recuperar la sintonía contigo. El paso más importante para escribir desde tu verdad
Conclusión: escribir no es controlar, es confiar. Lo que puedes empezar a cambiar hoy mismo

Cuando escribir se convierte en una forma de control
El origen silencioso de tu dificultad para avanzar. Cuando el perfeccionismo en la escritura esconde una búsqueda de seguridad.
Muchos escritores sienten una necesidad constante de perfección: cada frase debe estar medida, cada estructura justificada, cada idea revisada antes incluso de desarrollarla. Se corrige más de lo que se crea, se planifica más de lo que se escribe, se teme más de lo que se confía. Desde fuera puede parecer muy profesional y lo es si el texto fluye, si avanzas. Pero hay otra cara de la moneda. Si este rigor y excelencia no te permite probar, equivocarte, buscar y dar con algo verdadero, que aún imperfecto, te permite cautivar a los lectores, entonces se convierte en todo lo contrario.
¿Qué hay detrás de ese impulso por controlar todos los detalles? ¿Qué historia emocional se activa cuando un texto no fluye como esperas? La respuesta no siempre está en la técnica, ni en la disciplina, ni en la motivación. A menudo está en algo más profundo y silencioso: una parte de ti que aprendió que para estar a salvo, necesitas tenerlo todo bajo control.
Cuando sentimos que no podemos avanzar con fluidez en un proyecto, a veces no es por falta de ideas ni de talento. Es porque escribir no es solo crear: es exponernos. Y si nuestra historia emocional ha estado marcada por la crítica, el juicio o la inestabilidad, esa exposición activa un sistema interno de alarma. Entonces aparece el control. Y con él, la rigidez. Y con la rigidez, la dificultad para avanzar.
¿Tu escritura te representa o te esconde?¿Estás escribiendo desde tu necesidad de contar o desde tu necesidad de protegerte? Obsérvate bien. Mírate sin juzgarte para verte mejor. Empezar a reconocer estas capas invisibles es un primer paso para liberarte y para transformar tu escritura en un espacio donde puedas empezar a confiar.
Lectura recomendada
No es un río, de Selva Almada. Esta novela corta de la escritora argentina es un ejercicio de contención narrativa, silencio emocional y tensión soterrada. Almada construye personajes que, en lugar de decir lo que sienten, lo insinúan; y paisajes que reflejan lo que no puede nombrarse. Es una lectura ideal para explorar cómo lo no dicho —lo contenido, lo que no se resuelve— también puede ser escritura. Perfecta para quienes sienten que escribir sin control es peligroso… y quieren empezar a cruzar esa frontera con calma.
Ejercicio narrativo
Imagina a un personaje que está escribiendo algo importante: una carta, un testimonio, un fragmento de su historia, una confesión. Sabe que lo que necesita decir está ahí, a punto de salir. Pero cada vez que una emoción intensa se asoma —tristeza, rabia, culpa, miedo, vulnerabilidad—, se detiene. Borra. Se justifica. Cambia de tema.
Primera parte: escribe esa escena. Muestra cómo se interrumpe. Cómo se autocensura. Cómo intenta sonar razonable, lúcido, correcto. Cómo, al escribir, evita lo que en realidad necesita decir. Puedes escribirlo en tercera persona o desde su voz directa.
Segunda parte: ahora, vuelve a escribir la escena. Pero esta vez, deja que la emoción entre. No la frenes. Deja que tome el control de lo que escribe tu personaje. Tal vez tiembla. Tal vez se desborda. Tal vez se contradice, grita, llora o recuerda algo que no quería enfrentar. No importa el tono ni la forma. Importa que lo deje salir.
No edites. No filtres. Solo permite que lo que aparece, exista.
Tercera parte: cuando hayas terminado, deja reposar la escena un momento. Después, contesta con total sinceridad estas preguntas:
¿Qué versión se siente más verdadera?
¿Qué parte de ti ha aparecido en esa segunda escritura?
¿Cómo se refleja eso en tu forma de escribir habitualmente?
¿Qué emociones sueles evitar en tus textos, y por qué crees que lo haces?
Este ejercicio puede parecer una escena de personaje, pero es mucho más: es un puente hacia lo que tú mismo reprimes cuando escribes. Y si aprendes a darle voz, aunque sea poco a poco, tu escritura empezará a ganar en profundidad, presencia y verdad.
La escritura como refugio: cuando todo debe estar bajo control
¿Qué hay detrás de tu necesidad de perfección narrativa?
Escribir puede convertirse en el único espacio donde puedes sentirte a salvo y seguro. Es un espacio íntimo donde tú decides qué pasa, cuándo y cómo. Todo lo que en la vida fue confuso, impredecible o doloroso puede ser reordenado palabra por palabra. La escritura te permite crear un mundo donde los personajes se explican, las causas tienen consecuencias, los gestos tienen sentido. En ese espacio, el control no solo es útil: parece imprescindible. Se transforma en una forma de protección emocional.
Pero cuando esa necesidad de control no responde a una decisión de técnica narrativa, que implica el control sanador, sino a una urgencia emocional silenciosa, deja de ser una herramienta y se convierte en una barrera. Si no puedes escribir hasta tenerlo todo claro, si necesitas que cada escena sea impecable desde la primera versión, si cualquier interrupción te saca del proceso, tal vez no estés usando la escritura como un lugar creativo, sino como un refugio que solo funciona si no lo tocan. El problema es que la escritura, por naturaleza, es imprevisible. Escribir implica deambular por la incertidumbre. Y ese paseo siempre es posible con capacidad narrativa y técnica, es decir, con los recursos del oficio. Y si no puedes aceptar eso, puede que termines refugiándote tanto que acabes no escribiendo nada. Todo bajo control, menos tu novela.
Lectura recomendada
La familia, de Sara Mesa. Esta novela retrata una estructura familiar rígida que esconde tensiones profundas. Sara Mesa muestra cómo los personajes intentan adaptarse al orden establecido, incluso cuando eso les hace daño. Es ideal para reflexionar sobre cómo el exceso de control no protege, sino que limita.
Ejercicio narrativo
Parte 1: el plan perfecto
Escribe una escena en la que tu personaje tenga todo planeado al milímetro.Puede estar preparando una conversación, un viaje, una boda, una reunión de trabajo, una despedida, incluso la escritura de una carta. Elige una situación cargada de intención, donde el personaje haya invertido tiempo, energía y expectativas en que todo salga como desea.
Muestra cómo organiza los detalles, cómo se anticipa a cada paso. Haz que se sienta cómodo en su plan. Que piense: “nada puede fallar”. Luego, justo cuando parece que todo está bajo control, introduce un imprevisto: alguien llega antes, algo se rompe, una emoción lo invade, ocurre un accidente, una palabra inesperada rompe el guion.
Pero no entres aún en la emoción. Quédate en la reacción externa: lo que hace tu personaje para recuperar el orden. Muestra cómo intenta mantener el control. Que no se note que algo le ha dolido, asustado o descolocado.
Parte 2: el desorden emocional
Ahora, reescribe la misma escena, pero desde la emoción que produce ese imprevisto.Esta vez, no te centres en lo que el personaje hace para controlar, sino en lo que siente al perder ese control: frustración, miedo, tristeza, rabia, culpa, vergüenza… Deja que aparezca lo que de verdad está ocurriendo dentro.
Quizá se da cuenta de que su plan era una forma de evitar sentirse vulnerable. Quizá ve algo de sí que no quería ver. Quizá se rompe… o se libera. No edites la emoción. No la expliques. Deja que respire en la escena.
Parte 3: reflexión
Al terminar, responde con calma a estas preguntas:
¿Qué versión de la escena se siente más verdadera, más humana, más viva?
¿Qué ha descubierto tu personaje al romperse el plan?
¿Qué has descubierto tú sobre tu forma de escribir?
¿Tiendes a escribir para que todo encaje o para que algo se revele?
¿Qué tipo de imprevistos sueles evitar también en tu proceso creativo?
Este ejercicio no solo te ayudará a explorar la profundidad emocional de tus personajes, sino también a entender cómo tú mismo usas la estructura, el orden o la planificación como una forma de protección en tu escritura. Y lo que sucede cuando te atreves a escribir desde el descontrol no solo en la escena… sino en ti.
¿Por qué no avanzas?
Señales de que el control está complicando tu escritura
No siempre es evidente cuándo una estrategia narrativa responde a un criterio técnico y cuándo está siendo utilizada para evitar algo. A veces te dices a ti mismo que necesitas perfeccionar más el estilo, encontrar el tono justo, estructurar mejor la historia, pero lo que en realidad está ocurriendo es que no puedes avanzar. Quieres hacerlo, pero algo se interpone. Revisas el comienzo una y otra vez. Tomas notas. Corriges los primeros capítulos sin llegar nunca al final. Lo llamas disciplina. Pero en el fondo sabes que estás posponiendo lo esencial: dejar que la historia respire.
Esta necesidad de avanzar sin poder hacerlo rara vez se soluciona con más estructura o más planificación. No es falta de técnica, sino exceso de miedo. Miedo a lo que saldrá si dejas de controlar. A qué tipo de historia emergerá si escribes sin filtro. A lo que pensarás de ti al ver tu voz sin disfraz. Esa dificultad no se resuelve con productividad, sino con conciencia. Incluso con ternura. El problema no está en la historia, sino en el lugar interno desde el que la estás escribiendo. Y la buena noticia es que eso también se puede aprender.
Lectura recomendada
Castillos de fuego, de Ignacio Martínez de Pisón. Transcurre en nuestra posguerra y muestra cómo el intento de mantener el control en un entorno cambiante lleva a los personajes a la rigidez emocional. Pisón es excelente explorando cómo esa necesidad de sostenerlo todo puede impedir cualquier transformación.
Ejercicio narrativo
Empieza a escribir con esta frase: “No podía avanzar porque…” Y deja que tu personaje continúe desde ahí, en primera persona.
No te preocupes por la coherencia de la escena, por la calidad literaria ni por si lo que surge tiene sentido narrativo. Lo importante en este ejercicio no es la forma, sino la voz: lo que aparece cuando escribes sin filtros.
Pon un temporizador de 10 minutos y escribe sin parar. Si te bloqueas, repite la frase inicial y continúa. Deja que tu personaje hable con sinceridad, aunque lo que diga sea contradictorio, emocional, ilógico o sorprendente. Cuanto más personal y más crudo suene, más cerca estarás de algo verdadero.
Al terminar, tómate unos minutos para respirar. Luego, relee el texto con calma. Esta vez, hazlo con un bolígrafo en mano y subraya las frases que te llamen la atención. En especial, marca aquellas que podrían aplicarse también a ti como escritor o escritora: creencias, miedos, justificaciones, frases que tal vez ya te hayas dicho sin darte cuenta.
Este ejercicio no solo te ayuda a conocer mejor a tu personaje: también te ayuda a ver en él partes de ti que tal vez estás evitando mirar. Y justo ahí, en ese espejo narrativo, puede estar la llave que necesitas para destrabar lo que no fluye.
Escribir para gustar: el riesgo de desaparecer de tu texto
Cómo evitar convertirte en una voz sin identidad.
Agradar es una estrategia tan antigua como eficaz. Desde pequeños aprendemos que si decimos lo que se espera, si no molestamos, si nos ajustamos a las normas, seremos aceptados. Muchos escritores llevan esa lógica a sus textos: eligen temas que “funcionan”, ocultan las ideas que podrían parecer extrañas, liman cualquier frase que suene demasiado íntima o incómoda. Y así, poco a poco, se alejan de lo único que les hace auténticos: su propia voz. Por eso mismo es tan absolutamente crucial que escribas lo que te apetece. Y si tienes que elegir entre dos o tres temas, siempre decántate por el que te gusta más y sin pensar si es fácil o difícil. Solo elige el que te gusta más.
Escribir para gustar no siempre es algo consciente. A veces ocurre al corregir, otras desde el principio. Es esa duda que surge antes de escribir una escena difícil: “¿Y si esto es demasiado?” “¿Y si no lo entienden?” “¿Y si se aburren?” Entonces cambias el ritmo, evitas ciertas palabras, escribes lo que tú mismo leerías “sin complicaciones”. Y sin darte cuenta, te has adaptado tanto al lector que te has borrado de tu propia historia.
¿Tu escritura te representa o te esconde? Cuando el deseo de ser leído supera al deseo de contar, el texto pierde su raíz.
Lectura recomendada
Personas decentes, de Leonardo Padura. Esta novela explora cómo los personajes intentan encajar en los roles que la sociedad espera de ellos, sacrificando su deseo auténtico. Es un thriller y es una reflexión profunda social y personal. Es un espejo perfecto de lo que ocurre cuando la escritura se vuelve complacencia.
Ejercicio narrativo
Escribe una página entera comenzando con esta frase: “Esta historia no es para gustar. Es para decir…”
Deja que tu escritura fluya sin censura, sin pensar en si suena bien, si se entiende, si encaja en lo que “debería” ser una historia. Escribe lo que necesites escribir, aunque sea desordenado, emocional, contradictorio o incluso incómodo. Escribe como si nadie fuera a leerlo, como si el único objetivo fuera dejar salir lo que llevas dentro.
Cuando termines, no la edites ni la compartas con nadie. Léela en voz alta, en un lugar seguro, contigo mismo como único testigo. Mientras escuchas lo que has escrito, pregúntate:
¿Qué parte de mí ha hablado aquí?
¿Cuánto de esto suelo silenciar cuando escribo “en serio”?
¿Por qué me cuesta mostrar esta voz en mis textos públicos o literarios?
Este ejercicio no es para producir una pieza brillante. Es para descubrir qué verdad creativa estás dejando fuera de tus proyectos por miedo a no gustar. Puede que ahí encuentres el origen de lo que te impulsa a complacer, a corregir de más, a borrarte del texto. Y también, el comienzo de algo más libre y auténtico.
Recuperar la sintonía contigo
El paso más importante para escribir desde tu verdad.
La escritura no es solo un medio de expresión: también es un lugar de escucha. Pero a veces dejamos de escucharnos. Estamos tan atentos a lo que funciona, a lo que vende, a lo que se entiende, que nos olvidamos sentir o preguntarnos qué queremos contar de verdad: qué nos emociona, qué nos molesta, qué historia estamos necesitando poner en palabras, aunque no tenga forma, ni género, ni categoría.
Recuperar la sintonía contigo como escritor no significa escribir cualquier cosa ni rechazar toda técnica narrativa, para nada, porque es lo que te dará más seguridad y libertad, te ayudará a sentirte mucho más seguro. Significa recordar que tu mirada tiene valor, que tu forma de contar las cosas, aunque sea poco convencional o no guste a todos, es necesaria. A veces escribimos bien, incluso muy bien, sin estar en conexión con nosotros. Pero escribir bien no basta. Lo que deja huella es lo que nace de una voz que se atreve a ser íntima, incluso cuando tiembla y abraza a los lectores.
Lectura recomendada
No era a esto a lo que veníamos, de María Bastarós. Es una novela fragmentaria, honesta y provocadora que cuestiona el sentido de la familia, del cuerpo, del amor y de la escritura misma. Bastarós no escribe para gustar: escribe para explorar lo incómodo, lo raro, lo emocionalmente crudo. Perfecta para quienes necesitan reconectar con una voz libre y profundamente propia.
Ejercicio narrativo
Primera parte: el diario
Durante una semana, haz el siguiente pequeño ritual diario.
Detente tres veces al día. Puede ser por la mañana, a mitad de jornada y por la noche. No necesitas más de 3–5 minutos cada vez.
Abre una libreta o documento y responde, con total sinceridad y sin editarte, a estas tres preguntas:
¿Qué siento ahora? No busques una respuesta “literaria”. Nombra tu emoción tal como es: cansancio, ilusión, enfado, aburrimiento, bloqueo, ternura, miedo, ganas. Sé honesto, aunque no suene bonito.
¿Qué quiero escribir realmente? Olvida tus objetivos, tus plazos, tu proyecto. Conecta con lo más básico: ¿qué tema, qué escena, qué voz, qué emoción te gustaría escribir hoy, si pudieras elegir con total libertad?
¿Qué me lo impide? Aquí no se trata solo de excusas externas. A veces el mayor freno es interno: dudas, miedo al juicio, falta de confianza, inseguridad técnica, comparaciones, exigencia. Nómbralo sin filtros.
Hazlo durante siete días seguidos. No importa si un día las respuestas son breves o repetitivas. Lo importante es que lo hagas sin juicio y con regularidad. Estás afinando tu escucha interior.
Segunda parte: relectura consciente
Al terminar la semana, dedica media hora a leer todo lo que has escrito. Hazlo con bolígrafo o rotulador en mano y subraya:
palabras o emociones que se repiten;
temas o escenas que aparecen una y otra vez como deseo real;
obstáculos que podrían estar más en ti que en tu contexto;
frases que te sorprenden porque no sabías que pensabas o sentías eso.
Haz una lista con los patrones que descubras. Y hazte las siguientes preguntas:
¿Hay algo que deseo escribir y no me permito?
¿Hay emociones que siempre intento evitar en mis textos?
¿Me desconecto de mí cuando escribo, para encajar, para gustar, para no sentir?
Conclusión: escribir no es controlar, es confiar.
Lo que puedes empezar a cambiar hoy mismo.
La necesidad de controlar lo que escribes no es un fallo: suele ser una estrategia aprendida para sentirte seguro. Pero lo que una vez te sirvió, hoy puede estar complicando tu desarrollo como escritor o escritora. Si notas que tu proceso creativo se ha vuelto rígido, agotador o poco fluido, quizá ha llegado el momento de revisar no solo tu historia, sino también desde dónde la estás contando.
Cada uno de los ejercicios narrativos propuestos te ayudarán a encontrar un camino que te pertenece más, a encontrar tu voz y tu proceso de escritura.
Recuerda: escribir no es controlar, es confiar. En ti, en tu voz, en lo que emerge cuando dejas espacio para lo imprevisible. Y eso también se entrena. Si quieres seguir explorando recursos que te ayuden a escribir desde un lugar más libre y verdadero, suscríbete a mi boletín y acompáñame en este viaje narrativo.
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