Qué es una tutoría narrativa editorial
- Jimena Fer Libro
- hace 9 horas
- 19 Min. de lectura
Una conversación profesional, directa y de 90 minutos para resolver dudas concretas sobre tu manuscrito y tu camino de publicación.
Una tutoría narrativa es una conversación profesional de 90 minutos para resolver dudas concretas sobre tu manuscrito o tu camino de publicación. No es editing ni acompañamiento largo. Es una intervención clara, directa y eficaz para desbloquear puntos críticos y seguir avanzando sin ruido.
Es una aspirina editorial y narrativa pensada para cuando el dolor de cabeza ya está identificado, pero no sabes cómo quitártelo.
Hay momentos en los que un manuscrito no necesita más correcciones ni más tiempo, sino una decisión. Y hay momentos en los que un autor no necesita acompañamiento, sino claridad. La tutoría narrativa nace para ese punto exacto del proceso en el que algo se ha atascado y seguir dando vueltas solo empeora el bloqueo. No es un servicio para todo el mundo ni para cualquier fase.
Índice
Una intervención puntual para resolver una duda concreta
Qué no es una tutoría narrativa
Los límites claros que hacen que funcione
Qué tipo de autor entra en una tutoría
Quién la aprovecha y quién no
Qué ocurre durante una tutoría de 90 minutos
Cómo se trabaja y por qué es tan directa
Para qué sirve una tutoría narrativa
Los momentos en los que tiene sentido pedirla
Qué se puede resolver en 90 minutos
El tipo de problemas que sí caben en una sesión
Ritmo, tiempos de respuesta y logística real
Qué lugar ocupa frente a otros servicios editoriales
Cuándo basta y cuándo conduce a otro trabajo
Para quién es y para quién no es
Afinidad, expectativas y honestidad
A veces no necesitas más tiempo, sino ver claro
Preguntas y respuestas sobre la tutoría narrativa y editorial

Durante años he visto repetirse la misma escena. Autores que escriben, que trabajan, que reescriben, pero que llegan a un punto en el que algo se bloquea. No porque falte esfuerzo, sino porque sobra ruido. Demasiadas opciones abiertas, demasiadas opiniones externas, demasiadas dudas superpuestas. Y entonces aparece la sensación de estar girando en círculos o de no saber por dónde tirar para seguir avanzando.
En esos casos, más tiempo no siempre ayuda. Más correcciones, tampoco. Lo que suele faltar es una conversación clara, situada y profesional que permita ver qué está pasando de verdad con ese manuscrito o con esa decisión editorial. No una charla general sobre escribir, sino una intervención precisa en el punto exacto donde el proceso se ha atascado.
La tutoría narrativa es eso. Una sesión de 90 minutos pensada para resolver dudas concretas de forma directa y eficaz. Puede ser una duda sobre el texto, sobre su estructura, sobre su enfoque o sobre el camino de publicación. No es un proceso largo ni un acompañamiento sostenido. Es una intervención puntual que devuelve claridad y criterio al autor para que pueda seguir avanzando por su cuenta. Mis veinte años de experiencia editorial sirven, entre otras cosas, para dar soluciones claras sin rodeos ni pérdidas de tiempo con el respeto y el cuidado que cada autor necesita de verdad.
En este artículo te explico con detalle qué es una tutoría narrativa, qué no es, para quién tiene sentido y qué puedes esperar exactamente si decides pedir una. Sin ambigüedades y sin promesas vacías. Solo con lo que ocurre de verdad en una sesión de este tipo.
1. Qué es una tutoría narrativa
Una aspirina editorial rápida y eficaz para desbloquear una duda concreta
Hay bloqueos que no se resuelven con más tiempo ni con más lecturas, y tampoco con una vuelta más al texto. Aparecen cuando se han acumulado demasiadas capas de duda o una que vale por todas y el autor ha perdido el punto desde el que tomar decisiones con criterio. En ese momento, insistir suele aumentar la confusión en lugar de aclararla. Lo que hace falta es ver con precisión qué está pasando y qué decisión permite que el proceso vuelva a moverse.
Una tutoría narrativa es una conversación profesional de noventa minutos, situada en el momento adecuado, para que un autor salga con una respuesta clara a las dudas que le ocupan la cabeza. No es una revisión general ni una charla inspiracional. Es una intervención puntual y muy enfocada que va directa al núcleo del bloqueo, separa lo estructural de lo accesorio y devuelve una mirada operativa sobre el manuscrito o sobre el camino de publicación.
La tutoría existe para resolver una pregunta concreta y cerrarla. Puede tratarse de una duda sobre el texto, sobre una decisión narrativa que no termina de cuajar, sobre si ese manuscrito tiene recorrido real o sobre cómo enfocar una posible publicación. Lo decisivo no es el tipo de duda, sino que haya una sola pregunta central que esté bloqueando todo lo demás y que, una vez aclarada, permita avanzar con claridad total.
Un ejemplo muy habitual es el de un autor que no sabe si su manuscrito está listo para enviarse a editoriales. Ha reescrito el inicio varias veces, ha tocado la estructura y ha pedido opinión a personas de confianza. Cada opinión, lejos de ayudar, le ha abierto una inseguridad nueva. No está parada por falta de trabajo, está parada por haber perdido la referencia desde la que decidir. En la tutoría, esa confusión se ordena y se convierte en una pregunta bien formulada. Se distingue qué está funcionando de verdad en el texto, qué no, qué es un problema estructural y qué responde únicamente al miedo. En noventa minutos no se reescribe la novela, pero la autora sale sabiendo si debe enviar, si necesita una revisión muy concreta o si estaba intentando arreglar algo que no estaba roto.
Esta duda no siempre es solo narrativa, muchas veces tiene que ver con el momento de publicación, con si el manuscrito está listo para salir al mundo o si todavía necesita un ajuste concreto antes de enviarse a editoriales o plantear otras vías.
La tutoría también es rápida en la forma. Desde que un autor me contacta hasta que respondo suelen pasar como mucho setenta y dos horas, siempre que mi calendario lo permita. El sentido de este servicio es intervenir cuando hace falta y no abrir procesos interminables. Funciona como una aspirina editorial y narrativa que quita un dolor de cabeza concreto que impide avanzar y devuelve al autor la claridad necesaria para seguir trabajando con criterio.
Te has quedado atascado en una duda concreta y no sabes qué tocar y qué dejar en paz.
Has trabajado el manuscrito hasta el agotamiento y aun así sigues sin avanzar.
Cada opinión externa te abre una inseguridad nueva en lugar de ayudarte.
Necesitas tomar una decisión editorial y no quieres equivocarte.
Lo que te falta no es tiempo, es una mirada clara.
2. Qué no es una tutoría narrativa
Un servicio delimitado que evita confusiones y falsas expectativas
Una tutoría narrativa no es un servicio de editing ni un trabajo de corrección de texto. No se entra aquí para pulir frases, revisar capítulos uno a uno ni intercambiar versiones del manuscrito. El foco no está en mejorar el texto directamente, sino en entender qué está pasando con él y qué decisión lo libera. Confundir estos planos suele generar frustración y expectativas que este servicio no pretende cubrir.
Tampoco es un acompañamiento en el tiempo ni una mentoría sostenida a menos que se decida hacer varias tutorías y cada una para cuestiones diferentes. La tutoría no se abre para ir viendo ni se deja en suspensión para retomarla más adelante. Tiene un principio claro y un final igual de claro. Se plantea una pregunta, se trabaja a fondo durante noventa minutos y se cierra. Precisamente esa delimitación es la que la hace eficaz y evita la dependencia de una mirada externa que termine sustituyendo al criterio del autor. Sí, lo resuelvo de manera efectiva y rápido. La sesión se queda grabada para que la puedas escuchar las veces que creas necesario.
No es un espacio terapéutico ni de contención emocional. Puede haber escucha, respeto y cuidado, pero su función no es sostener el ánimo ni acompañar procesos personales. Su función es aclarar. Cuando alguien llega muy desbordado, buscando consuelo o validación constante, la tutoría no es el lugar adecuado y decirlo a tiempo forma parte del trabajo bien hecho.
Un ejemplo frecuente es el de un autor que pide una tutoría y propone ir enviando capítulos poco a poco para comentarlos. En ese momento conviene aclararlo con honestidad. Eso no es una tutoría narrativa. Es otro tipo de servicio, con otro ritmo y otra profundidad. La tutoría no funciona por acumulación, funciona por precisión.
Delimitar lo que no es una tutoría narrativa no empobrece el servicio, lo fortalece. El autor sabe exactamente a qué viene y qué puede esperar, y esa claridad inicial es la que permite que el trabajo sea directo, honesto y verdaderamente útil.
No es un proceso largo que se abre sin fecha de cierre.
No es un acompañamiento emocional ni una mentoría sostenida.
No es un servicio de corrección ni de reescritura del texto.
No es un espacio para delegar decisiones incómodas.
Es un trabajo de claridad puntual y consciente.
3. Qué tipo de autor entra en una tutoría narrativa
Un autor que ya escribe y necesita claridad, no que le escriban el libro
En una tutoría narrativa entra un autor que ya está escribiendo o que ya ha terminado un manuscrito y se encuentra en un punto muy concreto. No llega por falta de trabajo ni por desconocimiento, llega tras haber trabajado lo suficiente como para haberse quedado sin perspectiva. Ha leído, ha reescrito, ha probado caminos y ha llegado a un lugar en el que seguir insistiendo a solas solo añade ruido y confusión.
Este autor no busca validación general ni una opinión tranquilizadora que le dure unos días. Tampoco espera que alguien tome las decisiones incómodas por él. Llega con la voluntad de entender qué está pasando con su texto, qué está funcionando de verdad, qué no lo está haciendo y por qué. Sabe que la claridad no siempre es cómoda, pero entiende que es necesaria si quiere avanzar sin volver una y otra vez al mismo punto.
La tutoría funciona especialmente bien con autores que han abierto demasiadas opciones y no han cerrado ninguna. Suelen llegar planteándose si reescribir el inicio, cambiar el punto de vista, tocar la estructura o dejar el texto como está y empezar a moverlo. Cada posibilidad tiene sentido y, precisamente por eso, la acumulación termina paralizando. En la tutoría se analiza el manuscrito, el objetivo real del proyecto y el momento en el que se encuentra el autor, y a partir de ahí se toma una decisión clara y sostenida.
Un caso habitual es el de un autor que cree que su problema es de estilo, cuando en realidad el bloqueo es estructural. Al nombrar eso con precisión, muchas dudas secundarias se disuelven solas. El autor no sale con el libro escrito, pero sí con una dirección clara y con argumentos sólidos para sostenerla en el tiempo, sin volver a perderse en el mismo laberinto.
También es importante saber quién no entra en una tutoría narrativa. No es el espacio adecuado para quien necesita acompañamiento emocional, consuelo o una guía constante. Tampoco para quien espera soluciones mágicas o pretende delegar su responsabilidad creativa en otra persona. La tutoría no sustituye el criterio del autor, lo refuerza y lo devuelve a su lugar.
Ya estás escribiendo y sabes que el problema no es la falta de trabajo.
Tienes un manuscrito entre manos y una duda concreta que no consigues resolver solo.
Has probado distintas opciones y ninguna termina de darte seguridad.
No buscas que alguien decida por ti, buscas entender qué está pasando.
Necesitas claridad para poder seguir avanzando sin ruido.
4. Qué ocurre durante una tutoría de 90 minutos
Cómo se trabaja y por qué es tan directa
Una conversación profesional de 90 minutos centrada en el núcleo del problema. Una tutoría narrativa es una conversación profesional, intensa y muy enfocada, que dura noventa minutos y está pensada para ir directa al punto donde el proceso se ha atascado. Antes de la sesión leo el material necesario o reviso la información que el autor me ha enviado, siempre orientada a la duda concreta que quiere resolver. No se trata de leer por leer ni de hacer una evaluación general, sino de llegar a la conversación con el problema ya localizado y con los elementos clave sobre la mesa.
Durante la tutoría no se dan rodeos ni se rellena tiempo. La conversación avanza con precisión, va directa al núcleo y distingue rápidamente lo esencial de lo accesorio. Muchas veces el verdadero problema no es el que el autor cree que tiene, y parte del trabajo consiste en nombrar eso con claridad. No se impone una solución desde fuera, se construye una comprensión sólida de qué está pasando y por qué, de modo que el autor pueda sostener después las decisiones que tome.
Un ejemplo muy habitual es el de un autor convencido de que su problema es de narrador. En cuanto se empieza a hablar del texto, se hace evidente que la dificultad es estructural, sí una vez más, y que la novela está pidiendo una arquitectura distinta. Cuando eso se nombra con precisión, muchas dudas secundarias se recolocan solas y se llega al momento del "¡Eureka!". En noventa minutos no se rediseña toda la novela, pero el autor sale sabiendo exactamente qué necesita replantear y qué no merece la pena tocar, y esa claridad cambia por completo la forma de trabajar a partir de ese momento.
La tutoría es eficaz porque se apoya en experiencia editorial real y en una lectura rápida del problema. No funciona como una charla abierta ni como una conversación dispersa, funciona como una intervención precisa que corta el ruido y devuelve dirección. Por eso, aunque sea breve, tiene un impacto duradero en el proceso del autor.
Llegas con la sensación de que algo no funciona y no sabes nombrarlo.
Crees que el problema está en un sitio y descubres que está en otro.
Necesitas ir al núcleo sin perder tiempo ni energía.
Quieres entender qué ocurre antes de seguir tocando el texto.
Buscas una conversación profesional que aclare y no complique.
5. Para qué sirve una tutoría narrativa
Para tomar decisiones claras y desbloquear el proceso
Una tutoría narrativa sirve para resolver dudas concretas que están bloqueando el avance del autor, suelen ser dudas que no se aclaran solas y que, cuanto más tiempo pasan abiertas, más ruido generan en el proceso. Puede tratarse de una duda sobre el manuscrito, sobre su estructura, sobre el enfoque narrativo o sobre cómo y cuándo intentar publicarlo. La tutoría sirve para poner orden cuando hay demasiadas opciones abiertas y ninguna decisión tomada con seguridad.
En muchos casos, la tutoría sirve precisamente para aclarar una decisión de publicación que el autor lleva tiempo posponiendo, si enviar o no a editoriales, si seguir revisando el texto o si cambiar de estrategia antes de dar ese paso.
No es un espacio para hablar en abstracto de escribir ni para ver qué pasa. Funciona cuando hay una pregunta real, aunque al principio esté mal formulada o venga envuelta en confusión. Parte del trabajo de la tutoría consiste precisamente en convertir esa confusión en una pregunta útil, concreta y operativa, de esas que permiten tomar una decisión y seguir avanzando sin volver al mismo punto una semana después.
Un ejemplo muy común es el de un autor que no sabe si enviar su manuscrito a editoriales o seguir reescribiéndolo. Tiene miedo de quemar una oportunidad, pero también de eternizar una revisión que no termina nunca. En la tutoría se analizan el texto, el momento real del proyecto y las opciones existentes. El autor sale sabiendo si tiene sentido enviar ahora, si conviene esperar o si hay un trabajo concreto que hacer antes. La duda deja de ser una angustia difusa y se convierte en un plan claro y asumible.
Te cuesta decidir y cada opción te abre una duda nueva.
Llevas semanas dando vueltas a la misma pregunta sin avanzar.
Tienes miedo de equivocarte y por eso no decides.
Sabes que algo no encaja pero no logras nombrarlo.
Necesitas convertir la duda en una dirección clara.
6. Qué se puede resolver en 90 minutos
Un problema central que reordena todo lo demás
En noventa minutos no se resuelve un libro entero y es importante decirlo con claridad. Una tutoría narrativa no pretende abarcarlo todo ni sustituir un trabajo largo cuando ese trabajo es necesario. Lo que sí permite es resolver un problema central que, una vez aclarado, desbloquea el resto del proceso. Puede ser una decisión narrativa, una duda estructural, un enfoque de publicación o un bloqueo que llevaba semanas creciendo sin control.
Con mucha frecuencia el autor llega a la tutoría con varias dudas superpuestas. Le preocupa el final, el ritmo, el punto de vista o el inicio, y todo parece igual de urgente. Durante la conversación se hace evidente que todas esas dudas dependen de una sola y que, mientras esa no se aclare, ninguna de las demás puede resolverse de verdad. Al identificar ese núcleo, el resto empieza a ordenarse de forma natural.
En muchos casos, la tutoría sirve precisamente para aclarar una decisión de publicación que el autor lleva tiempo posponiendo, si enviar o no a editoriales, si seguir revisando el texto o si cambiar de estrategia antes de dar ese paso.
Un ejemplo real es el de un autor que llega preocupado por el final de la novela, por el ritmo y por el punto de vista. Al hablar del texto se ve con claridad que el problema está en el planteamiento inicial. Al corregir la mirada sobre el inicio, todo lo demás encaja. En noventa minutos no se reescribe ese inicio, pero el autor sale sabiendo exactamente cómo abordarlo después y qué líneas de trabajo no merece la pena seguir tocando.
No necesitas resolver todo para poder avanzar.
Tienes varias dudas pero todas dependen de una sola.
Sigues tocando partes del texto que no son el problema real.
El bloqueo crece cuanto más intentas abarcarlo todo.
Necesitas identificar el núcleo para que lo demás se ordene.
7. Cómo funciona en la práctica
Un servicio ágil también en tiempos y respuesta
La tutoría narrativa es rápida no solo en su duración sino también en su funcionamiento real. Está pensada para intervenir cuando la duda aparece, no cuando ya se ha enquistado durante meses. En la mayoría de los casos, desde que un autor me contacta hasta que le respondo pasan como mucho setenta y dos horas, siempre que mi calendario lo permita. No es un servicio que quede en el aire ni uno de esos procesos que se alargan sin fechas claras.
La lógica de la tutoría es sencilla y eficaz. El autor plantea su duda, se revisa el material necesario y se fija una sesión en la que se trabaja de forma directa. No hay esperas innecesarias ni fases intermedias. El objetivo es que la duda se resuelva cuando todavía tiene solución sencilla y no cuando ya ha generado un bloqueo mayor.
Un ejemplo muy común es el de un autor que escribe un martes con una duda clara sobre su manuscrito. Recibe respuesta, se fija fecha y en pocos días esa duda que llevaba semanas arrastrando queda resuelta. La tutoría está pensada exactamente para eso, intervenir a tiempo y evitar que el problema crezca por acumulación de inseguridad o de decisiones aplazadas.
No quieres esperar meses para resolver una duda concreta.
Necesitas una respuesta cuando el bloqueo aparece.
Te sirve más una intervención a tiempo que un proceso largo.
Quieres claridad sin dilaciones innecesarias.
Buscas una solución ágil a un problema real.
8. Qué lugar ocupa frente a mis otros servicios
A veces basta y a veces es el paso previo a otra cosa
La tutoría narrativa puede ser suficiente por sí misma o puede servir para orientar el siguiente paso dentro del proceso del autor. No compite con otros servicios, los ordena. En algunos casos, una tutoría aclara que no hace falta un trabajo más profundo en ese momento. En otros, confirma que sí es necesario y permite llegar a él con el manuscrito y las expectativas bien colocadas.
Hay autores que llegan convencidos de que necesitan un editing y descubren que su duda era mucho más concreta. Al resolverla en una tutoría, pueden seguir trabajando solos durante meses sin volver a atascarse en el mismo punto. En otros casos ocurre justo lo contrario. La tutoría deja claro que el texto ha llegado a un lugar en el que un editing profundo tiene sentido y puede aprovecharse de verdad.
Un ejemplo habitual es el de un autor que cree necesitar un informe de lectura completo. Tras una tutoría, entiende que la duda no está en el conjunto del manuscrito, sino en una decisión estructural muy concreta. Resuelta esa cuestión, el informe deja de ser necesario. Otras veces, la tutoría sirve para confirmar que el informe es el siguiente paso lógico y que ahora sí va a ser útil.
No siempre necesitas el servicio más grande.
A veces basta con aclarar una sola decisión.
Otras veces necesitas confirmar que el siguiente paso tiene sentido.
La tutoría evita trabajos innecesarios.
También prepara mejor los trabajos que sí lo son.
9. Para quién es y para quién no es
Un servicio de afinidad, no de fuerza
La tutoría narrativa es para autores que quieren claridad y están dispuestos a hacerse cargo de ella. No es un espacio para delegar decisiones incómodas ni para buscar validación constante. Funciona cuando el autor quiere entender qué está pasando con su texto y asumir las consecuencias de esa comprensión.
No es el servicio adecuado para quien busca acompañamiento emocional ni para quien necesita una guía permanente. Tampoco para quien espera soluciones mágicas o respuestas cerradas que le eviten pensar. La tutoría no sustituye el criterio del autor, lo refuerza y lo devuelve a su sitio.
Un ejemplo muy claro es el de dos autores con dudas similares. Ambos llegan con bloqueos parecidos y textos trabajados. Uno sale de la tutoría con energía, dirección y ganas de ponerse a trabajar. El otro se da cuenta de que necesita otro tipo de apoyo antes de enfrentarse a ciertas decisiones. En los dos casos, la tutoría cumple su función, aclarar dónde está cada uno y qué necesita realmente.
Quieres claridad aunque implique decisiones incómodas.
Estás dispuesto a asumir lo que veas.
No buscas que decidan por ti.
Necesitas entender antes de seguir trabajando.
Sabes que la claridad es parte del oficio.
10. Conclusiones
A veces no necesitas más tiempo, sino ver claro
No siempre hace falta un proceso largo para avanzar con un manuscrito. Hay momentos en los que el trabajo ya está hecho y lo que falta no es esfuerzo, sino criterio. Cuando una duda concreta ocupa demasiado espacio, seguir trabajando a ciegas suele aumentar el bloqueo en lugar de resolverlo. En esos casos, ver claro es más útil que insistir.
Una tutoría narrativa es eso. Una intervención puntual que permite identificar dónde duele el proceso y por qué, y actuar desde ahí con conciencia. No arregla el texto por ti ni promete resultados mágicos, pero devuelve algo esencial, la capacidad de decidir con fundamento y de seguir escribiendo sin ruido.
A veces basta con saber qué no tocar.
Otras veces basta con confirmar que vas en la dirección correcta.
Hay momentos en los que una sola decisión desbloquea meses de trabajo.
Ver claro cambia la forma de escribir.
La claridad también forma parte del oficio.
Preguntas y respuestas sobre la tutoría narrativa y editorial
¿Tengo que tener el manuscrito terminado para pedir una tutoría narrativa?
No es necesario que el manuscrito esté terminado. Sí es necesario que exista un trabajo real y una duda concreta. La tutoría funciona cuando hay material sobre el que pensar y una pregunta clara que resolver, aunque el texto esté en proceso.
¿Puedo pedir una tutoría solo para hablar de publicación, sin entrar en el texto?
Sí. Muchas tutorías se centran exclusivamente en dudas sobre publicación. Si enviar o no a editoriales, cuándo hacerlo, si tiene sentido mover el manuscrito ahora o esperar, o qué opciones son realistas en ese momento concreto. No es obligatorio revisar el texto si la duda está en otro plano.
¿En la tutoría corriges el manuscrito o haces sugerencias de reescritura?
No. En una tutoría no se corrige el texto ni se trabaja frase a frase. Se analiza el problema de fondo y se aclara qué está pasando con el manuscrito. A partir de ahí, el autor decide cómo trabajar. Si se necesita corrección o reescritura, eso pertenece a otro servicio.
¿Puedo enviar el manuscrito completo antes de la sesión?
Solo se revisa el material necesario para resolver la duda planteada. No se trata de leer por acumulación, sino de llegar a la tutoría con el foco bien puesto. En función del caso, puede ser un fragmento, un inicio, una sinopsis o información concreta sobre el proyecto.
¿Qué pasa si tengo muchas dudas distintas?
Es lo habitual. En la tutoría se identifica cuál es la duda central de la que dependen las demás. Al aclarar esa, el resto suele ordenarse solo. No se intenta resolver todo, se va al núcleo.
¿La tutoría sustituye a un informe de lectura o a un editing?
No. La tutoría puede evitar un trabajo innecesario o confirmar que ese trabajo tiene sentido. A veces basta por sí sola. Otras veces sirve para llegar mejor preparado a un informe o a un editing. No sustituye esos servicios, los coloca en su lugar.
¿Cuánto tiempo pasa desde que escribo hasta que hacemos la tutoría?
Normalmente respondo en un plazo máximo de setenta y dos horas, siempre que el calendario lo permita. La tutoría está pensada para ser ágil también en la logística, no solo en el contenido.
¿Y si después de la tutoría sigo teniendo dudas?
La tutoría no elimina todas las dudas futuras, pero sí aclara la que está bloqueando el proceso en ese momento. Con eso, el autor suele poder avanzar durante semanas o meses sin volver al mismo punto. Si aparece otra duda distinta más adelante, se valora entonces.
¿Para quién no es una tutoría narrativa?
No es para quien busca acompañamiento emocional, validación constante o que alguien decida por él. Tampoco para quien quiere un proceso largo de trabajo. Es para autores que quieren claridad y están dispuestos a hacerse cargo de ella.
¿Qué obtengo al terminar la tutoría?
Obtienes una comprensión clara de qué está pasando con tu texto o con tu decisión editorial y qué hacer a partir de ahí. No sales con el libro arreglado, sales con criterio.
Dudas habituales antes de pedir una tutoría narrativa
Una de las dudas más frecuentes es si la tutoría será suficiente o si el problema es demasiado grande. La mayoría de autores que llegan a una tutoría sienten que su bloqueo es enorme, cuando en realidad lo que ocurre es que no han identificado todavía el núcleo. La tutoría no promete abarcarlo todo, pero sí ir al punto exacto que está generando el atasco. En muchos casos, aclarar ese punto cambia por completo la percepción del problema.
Otra duda habitual es el miedo a descubrir que el manuscrito no funciona. Este miedo aparece sobre todo en autores que llevan mucho tiempo trabajando el texto y temen que una mirada externa confirme algo que no quieren oír. La tutoría no está pensada para sentenciar ni para desautorizar el trabajo hecho, sino para entender qué está pasando de verdad. A veces la claridad confirma que hay que cambiar cosas, y a veces confirma que el texto está mejor de lo que el autor cree.
También aparece con frecuencia la duda sobre si una tutoría no será demasiado poco tiempo. Noventa minutos pueden parecer escasos cuando se arrastra una inseguridad durante meses. Sin embargo, el trabajo no consiste en revisar todo, sino en localizar el problema real. Cuando ese problema se nombra con precisión, el tiempo deja de ser el factor determinante y la claridad empieza a hacer su trabajo.
Algunos autores dudan si pedir una tutoría cuando todavía no tienen el texto cerrado. La tutoría no exige un manuscrito perfecto ni terminado. Exige una duda concreta y un trabajo real detrás. En muchos casos, pedir una tutoría antes de cerrar el texto evita reescrituras innecesarias y decisiones tomadas desde el cansancio.
Otra duda frecuente tiene que ver con la exposición. Hay autores que temen quedarse en evidencia o mostrar un texto que consideran aún frágil. La tutoría no es un examen ni una evaluación pública. Es una conversación profesional y privada centrada en el trabajo, no en el ego del autor. El foco está siempre en el proceso y en las decisiones, no en juzgar a quien escribe.
Por último, aparece la duda de si la tutoría crea dependencia o si luego hará falta repetirla constantemente. La tutoría está pensada justo para lo contrario. Funciona cuando devuelve criterio y autonomía al autor. Si después aparece otra duda distinta, se valora entonces, pero no se plantea como un servicio recurrente ni como un acompañamiento encubierto.
Tutoría narrativa
Una tutoría narrativa no sustituye el trabajo largo cuando ese trabajo es necesario, ni promete soluciones mágicas donde hace falta oficio. Ocupa un lugar muy concreto dentro del proceso de escritura y de publicación, el momento en el que una duda mal resuelta empieza a contaminarlo todo. Ahí, ver claro es más importante que insistir.
Trabajo desde hace años con autores en distintas fases de su recorrido, leyendo manuscritos, editando textos y acompañando decisiones narrativas y editoriales complejas.
La tutoría nace precisamente de esa experiencia acumulada, de haber visto una y otra vez cómo un problema pequeño, no identificado a tiempo, puede bloquear durante meses un proyecto que en realidad tiene recorrido.
Este servicio está pensado para autores que ya escriben, que ya han trabajado su texto y que necesitan una conversación profesional, directa y honesta para ordenar una decisión concreta. No es editing, no es informe de lectura, no es mentoría sostenida. Es una intervención puntual que devuelve criterio y permite seguir avanzando con autonomía.
Si estás en un punto de bloqueo con tu manuscrito, con una decisión narrativa o con el camino de publicación, una tutoría narrativa puede ayudarte a identificar qué está pasando y qué hacer a partir de ahí. A veces no hace falta más tiempo ni más correcciones. A veces hace falta entender exactamente dónde está el problema y actuar desde ahí con claridad.









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